La vida nocturna de Vilna: El camino a la (des)integración
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6,7% polacos, 6,3% rusos, 1,2% bielorrusos, 0,7% ucranianos, 0,1% Yiddish, 0,09% tártaros… hasta 115 comunidades de minorías étnicas fueron identificadas en el censo de Lituania de 2001. Pero, después de tantos años, ¿se han integrado estos grupos en la sociedad local?
Van a colegios distintos, nunca les han dado la oportunidad de mezclarse, conviven en un territorio que fue ruso, polaco y, finalmente, lituano, en un país que se independizó solo hace 20 años (por tercera vez y definitivamente) y que ha luchado a marchas forzadas por trazar su identidad. La convivencia de las llamadas “minorías étnicas” en Lituania es un asunto de Estado y cuenta con su propia institución, el “Departamento de asuntos de minorías nacionales”, aunque su director, Kastytis Minkauskas, es incapaz de explicarnos a qué se dedican exactamente en esta oficina. Así que la mejor manera de medir el nivel de integración de los diferentes grupos en una ciudad es acudiendo, con nocturnidad y alevosía, a los sitios de reunión e intercambio por excelencia: sus bares.
El hablar en ruso ¿se terminó?
Antes de sumergirnos en el mundo de la noche lituana, nos informamos sobre varios aspectos muy importantes que pueden dificultar la integración de las minorías. El primero, la lengua. Vilma, una lituana de 26 años, nos explica: “fuimos parte de la Unión Soviética y entonces todos teníamos que hablar ruso. Ahora eso se acabó”. El segundo, el simple hecho de no ser lituano; ser extranjero puede ser un obstáculo en algunas ocasiones. El tercero, la compañía. Es más fácil que una persona entable relación con alguien de otro grupo si va sola que si lo hace en grupo. Además hay que tener en cuenta que en casi todos los bares opera el llamado “control estricto de caras”.
Bares de beber, bares de rusos
Empezamos nuestra investigación con una persona (cuya identidad no quiere desvelar) que nos lleva por los principales bares de Vilna. Es tan popular que durante nuestro paseo más de diez personas se acercaron a estrecharle la mano.“Si el propietario tiene amigos rusos, éstos se lo cuentan a sus amigos y al final los rusos van al bar”. Bajo esta máxima nos explica que la integración de personas de diferentes etnias en un establecimiento comienza con el dueño. Un ejemplo de ello es Plumbun, local conocido por la presencia de los bielorrusos- aunque la mayoría de los habitantes de Vilna lo desconozca-. Pero, ¿qué pasa con el resto de los bares? ¿Sienten las minorías la necesidad de crear bares paralelos a los de la corriente “mainstream”? Lo único consistente que conseguimos sacarle a nuestro informador es que “un polaco puede tener problemas en un bar si se comporta como un polaco (…) los extranjeros son parte de la ciudad pero…”.
La mayoría de los bares más transitados se encuentran en la zona vieja, que comienza en la Puerta de Vilna. Esta parte está durante el día “llena de polacos que acuden a la iglesia católica del barrio y por la noche, de borrachos de muchas nacionalidades”, nos explica. Según esta fuente, “hay dos tipos de bares: los que tienen una especie de lado cultural y los bares de beber, asociados con los rusos”. Aunque terminaría confesando que la mayoría de ellos nace con un propósito: “lavar dinero”, razón por la que abren y cierran continuamente. Hay una excepción: Absento Fejos, el local más estable, en el que, sorprendentemente, “los extranjeros tienen prohibida la entrada”, nos confiesa nuestro interlocutor. Aunque con el tiempo esta estricta norma se ha ido haciendo mas laxa: “ahora puede entrar algún ruso VIP” ( efectivamente, a las 3 de la mañana nuestra pinta de foráneos nos delata y nos impiden la entrada).
Entramos en Gorky, un bar-discoteca. Tras hablar con su “director de arte”, solo sacamos en claro que “se ha notado mucho la pérdida de los clientes lituanos que han emigrado a Gran Bretaña”. A continuación conocemos a uno de sus DJs, un chico ruso de 23 años. Nos lo encontramos fumando con sus amigos (rusos) y charlando (en ruso) en un sofá en la parte baja del bar. Confiesa que únicamente sale con sus “amigos rusos”. Le preguntamos sobre Metelica, un club ruso sobre el que habíamos oído hablar: “Allí solo va gente sin gusto”.
En 1995, los rusos crean “Union de rusos en Lituania”. Según el informe de ECRI publicado en septiembre de 2011, éstos “consideran que los lituanos les acosan con su nacionalismo”. Con esta idea en mente acudimos al Metelica, el famoso club ruso de Vilna.
El misterio rodea a esta discoteca. No dimos con nadie dispuesto a acompañarnos. Nuestra fuente nos confiesa que “hace cinco años vi un algo muy desagradable y no quiero volver”. “Es peligroso”, nos dicen. Pero, ¿solo van rusos? Decidimos plantarle cara al peligro y acudir. A diferencia de la mayoría de los bares, está alejado del centro, es difícil de localizar y toda persona a la que le preguntamos finge no conocerlo o pone cara de sorpresa. Damos con unos jóvenes que por fin nos indican el camino para llegar a, como dicen ellos, “la cosa de los rusos. A las 00.30 h, unos paneles de neón nos anuncian que hemos llegado. Una puerta gris con tres pequeñas ventanas flanqueada por tres porteros rusos. Uno abre: “No” y cierra. Intentamos, sin éxito, hablar con ellos. Conversamos con los grupos de jóvenes que esperan a la entrada. En todos hay al menos, un ruso. “Es que hoy hay código de vestir”. Se van. Queremos enseñarle al portero nuestra adecuada vestimenta, acorde con la del público que hemos visto pasar. Desafiando al frío lituano, nos deshacemos del abrigo y la bufanda y nos ponemos delante de las ventanas de la puerta, señalando nuestra ropa: “No”. Nos aproximamos a otros jóvenes (dos rusos y una lituana), que nos animan a hacernos pasar por sus amigos. El portero –en ruso- dice: “vosotros sí, ellas no y ¡no os puedo explicar por qué!”
Intentar hablar de integración en los bares es difícil, sobre todo cuando te vetan la entrada por tu condición de extranjera. No ponemos en duda la existencia de 115 comunidades étnicas en Lituania, pero nuestra experiencia nos indica que la mezcla entre ellas, al menos en la vida local nocturna. es casi inexistente. Además, es un tema sensible. Pero es que nadie dijo que adaptarse a los cambios y arrastrar el pesado peso del pasado fuera fácil. Sin embargo, los jóvenes lituanos están dispuestos a que las cosas cambien. Como nos confesaba una trabajadora de la organización Centre Plus, “no somos una sociedad muy acogedora pero, con el tiempo, lo seremos”.
AUTOR Cristina Cartes