Šalčininkai: Jesucristo Superstar
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Para luchar contra la crisis económica y devolver la esperanza a los habitantes, el consejo municipal de Šalčininka, una pequeña ciudad al sur de Lituania, ha decidido nombrar un nuevo alcalde: Jesucristo. Sin embargo, las volutas de incienso no le gustan a todo el mundo.
Un carrillón en el campo. Una iglesia gris que vela un cementerio de cruces irregulares, sembrado de flores de plástico. Una calle principal, dos cafés cerrados y un mercado callejero invadido de mujeres maduras. En Šalčininka, pequeño pueblo de 7.000 almas, la crisis económica es una realidad desde la transición comunista. Y la religión, el único consuelo. El año pasado, el mismo Jesucristo fue nombrado el “rey” de la localidad. ¿Un representante todopoderoso? “En periodos de crisis, el papel de Cristo ha llegado a ser importante”, justifica Zdzislav Palevic, el alcalde del pueblo, al menos, el ‘mortal’. No sólo en al vida privada de las personas, sino también en la vida política y cultural.
Un país piadosamente laico
Dos sacerdotes de Lituania y diez curas polacos ofician regularmente en este pequeño pueblo en los confines de Polonia y de Bielorrusia, misas católicas u ortodoxas que puedes durar hasta tres horas. Bautizos, entierros u oficios de domingo, las bancas de madera están abarrotadas hasta reventar. “La iglesia forma parte de mi cotidianidad”, confiesa por ejemplo Stase, de 70 años, a quien encontramos en el camino. Maquilladas, con un pañuelo anudado que cubre el cabello, las mujeres tienen el hábito de vestirse para ir a comulgar y los diez mandamientos parecen estar plenamente integrados en las costumbres locales.
El “no robarás” necesitaba, sin embargo, una ayuda extra. Cámaras de vigilancia enmarcan la única calle de la ciudad: la proximidad de la frontera bielorrusa explica el tráfico de automóviles. Para Leonarda Stančikienė, concejala municipal y miembro del partido de oposición, si sus conciudadanos son “naturalmente piadosos” es, sobre todo, por el papel jugado por la iglesia antes de 1989. Porque si bien Lituania es un estado laico, la religión católica permanece como un componente esencial del país. “Durante la época soviética, la Iglesia ayudaba y daba apoyo a los ciudadanos ante las privaciones del régimen”, recuerda Stančikienė. “Después de la independencia, fueron los sacerdotes quienes permitieron que la población lituana construyera su propia identidad”. A veces, se pregunta “qué pensaría un musulmán que llegase a vivir aquí”. Sobre todo, desde que Jesús es oficialmente el rey del pueblo.
Bendiciones, imágenes y desempleo
Los 25 miembros del consejo municipal, ayudados por el clero, procedieron a la ceremonia en junio del año pasado: la bendición de una imagen de Jesús, que en seguida estaba colgada en uno de los muros de la alcaldía. “Rociar agua bendita sobre un póster, ¡qué historia!”, comentan algunos. Para Henrik Tomasevic, esta iniciativa debe, sobre todo, “tranquilizar” y “devolver la esperanza” a la población. ¿Ayúdate y el cielo te ayudará? Sería el momento: El pequeño ‘tigre báltico’ sufre hoy en día la recesión más grave de su historia, con una caída del 15% de su PIB, un incremento exponencial de la inflación y un desempleo que afecta al 15% de la población. Según el Banco Mundial, entre 2008 y 2009, el número de personas que viven bajo el umbral de pobreza habría aumentado un 49 porciento.
“Nos preocupamos por el bien de los ciudadanos, explica incluso el alcalde de Šalčininkai, Zdzislav Palevic. ¿Por qué separar religión y política?”. Vilna, la capital lituana, ya se ha situado bajo la protección de Dios “para evitar errores dolorosos, peligros y amenazas”. En la región, cerca del 80% de los habitantes son polacos, practicantes y muy apegados a la religión católica. La diócesis rechaza pronunciarse sobre sus fieles. Y si las voces del señor son impenetrables, los más jóvenes no dudan en marcar su escepticismo.
¿Rezar o irse? Una juventud escéptica
Para Edita, joven de 20 años y directora de la asociación Europroyect, “dejar la suerte del pueblo en las manos de Dios es una forma de dimitir de su responsabilidad política”. Julia, de 22 años, muestra su opinión sobre esta manifestación de fe de forma aún más categórica: “Regresamos a la Edad Media”. Mark, de 19 años, tiene otro método para luchar contra el incremento del desempleo. Ante la oración, él ha elegido el exilio. Un billete de ida a Inglaterra, a Birmingham, donde estudia ahora. “Si los jóvenes se van es porque no hay nada qué hacer aquí”, señala. No hay industria y los salarios son inferiores a la media europea: desde la independencia, en 1991, cerca de 500.000 lituanos han abandonado un país con una población de 3.4 millones de habitantes. Destino: Inglaterra e Irlanda. Una fuga de cerebros que cuesta cara al país en términos de mano de obra y de desarrollo. Edita, que vive con su esposo en Moscú, afirma sentirse todavía una “ciudadana lituana”. Católica practicante, ella ha hecho su elección: “Rezo pero, sobre todo, voto”.
AUTOR Prune Antoine, TRADUCTOR Paloma Lopez