Ni contigo ni sin ti: lituanos y polacos en Vilna
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Vilna. En la capital del Estado báltico, uno de los más afectados dentro la UE por la crisis, dos comunidades, una lituana y la otra polaca, confirman estar en su hogar. Si a esta declaración se le añade la preocupación por los recortes presupuestarios y por las reformas de austeridad económica, ¡la mezcla está preparada para estallar!
La suerte de al menos cuatro naciones está vinculada a la historia de Lituania: las lituana, polaca, bielorrusa y rusa. Los polacos constituyen la mayoría de la minoría étnica (el 6,1% de todo el país) concentrados alrededor de la capital, en la periferia de Vilna. De hecho, se puede decir que la minoría polaca constituye la mayoría de la población en esta región, con un 61,3% de habitantes (el 22,4% son lituanos). Es el resultado de la historia compartida durante casi 200 años (del siglo XVI al XVIII) por dos países, cuando Polonia y Lituania eran un solo Estado federal: la República de las Dos Naciones.
Demasiado cercanos para una verdadera amistad
Ruslanas Iržikevičius, redactor de The Lithuania Tribune, una revista electrónica en inglés sobre la actualidad de Lituania, explica: “En otra época, una comunidad de intereses nos unía a Polonia: luchar contra los mismos invasores, liberarse del comunismo, formar parte de la OTAN y finalmente entrar la Unión. Después, cuando logramos todo, nos faltó un objetivo o un enemigo común. Somos demasiado cercanos para ser amigos. Ya en el siglo XIX los lituanos empezaron a temer la unión con los polacos y comenzaron a fortalecer su propia identidad. Incluso el abecedario lituano fue reformado en esa época, para diferenciarse del polonés”.
Justamente el alfabeto se ha convertido en un indicador de las relaciones lituano-polonesas. El pasado abril, el Parlamento lituano rechazó un proyecto de ley sobre la posibilidad de introducir en los pasaportes los nombres de las minorías nacionales con su propia ortografía (actualmente están adaptados al abecedario lituano, omitiendo las consonantes que en transcripción lituana no existen). Los más indignados con esta decisión son los miembros de la minoría polaca. La decisión, tomada en la que fue la última visita oficial del difunto presidente Lech Kaczynski, fue considerada una agravante en la progresiva degradación de las relaciones entre los dos países: “Por desgracia, a bordo de ese funesto avión se encontraba una parte de la élite polaca que se dejaba guiar por la visión romántica de una cooperación estrecha entre Polonia y Lituania. Con los que podíamos mantener buenas relaciones sin esfuerzos. A partir de ahora será mucho más difícil”, explica el periodista lituano.
Del amor al odio
“¿Creéis que esta nostalgia es pro-lituana? Es todo lo contrario… desconfiamos de ese gran amor con el que Polonia gratifica a Lituania”, concluye tajante Gintaras Songaila, diputado de la coalición en el poder y considerado por la minoría polonesa como uno de los políticos ‘antipolacos’.
Obtener una cita con Songaila no es coser y cantar. Después de muchas tentativas de llamadas, por fin descuelgan el teléfono. Me dirijo en inglés e, ipso facto, la secretaria responde en lituano. Paciente, le pido si entiende el inglés “NO, YOU speak lituanian!” (‘¡No, eres tú quien tiene hablar lituano!’) y cuelga el teléfono. Gracias a la ayuda de Justyna, una polaca de origen lituano que trabaja en Vilna para un programa europeo, consigo una entrevista.
En una conversación sin orden ni concierto, el diputado me asegura la tolerancia de la sociedad lituana… A su manera: “Claro que tenemos una imagen de homófobos y de nacionalistas, pero nuestra tolerancia es inmensa. Que alguien diga que no quiere vivir con un gitano, no significa que vaya a presentarse al día siguiente y vaya a matarlo… sólo está siendo sincero. ¿Qué es un nacionalista? ¿Ser nacionalista es ser intolerante? Nosotros toleramos todos esos homosexuales, pero bueno, que no vengan aquí a propagar sus ideas en las escuelas. Es lo mismo con los polacos: Polonia quiere dominarnos culturalmente. Aún ahora se sirve de su posición en la Unión para hacerlo. En el Parlamento europeo, algunos diputados se lamentan de la terrible situación de la minoría polonesa en Lituania. Pero durante ese tiempo esto es el paraíso para ellos”.
El papel de la Unión
El que más se queja es Waldemar Tomaszewski, presidente del mayor partido polaco en Lituania, Acción Electoral Polaca (Akcja Wyborcza Polaków) y eurodiputado lituano. Según algunos medios de comunicación lituanos, el político “denigra” la imagen del país en la UE, sobre todo cuando critica las decisiones del gobierno lituano de aplicar recortes presupuestarios a la minoría polaca. “Es verdad que en 2010 los recortes más significativos afectaron al financiamiento de las organizaciones de minorías nacionales”, reconoce Anastasija Isamlova, del Departamento por las Minorías Nacionales en el Ministerio de Cultura. “Pero estaba relacionado con la necesidad de disminuir el presupuesto en general. No hay que olvidar que durante los dos últimos años, las ONGs polacas ocupaban la segunda posición de entre las organizaciones étnicas a nivel de financiación recibida”.
En cambio, Tomaszewski declara que “la crisis afecta a todo el mundo, pero las minorías deben estar protegidas”, mientras vacía un vasito de coñac que ha puesto sobre la mesa como símbolo de hospitalidad. “Después de la adhesión de Lituania a la UE, podemos reivindicar verdaderamente nuestros derechos de manera eficaz”, añade. “Que las tensiones entre los polacos y lituanos no sean visibles en la sociedad muestra que no es un problema real, sino político. Incluso hay lituanos que votan por nosotros, que simpatizan con nuestra ideología de cristianos-demócratas”. Gintaras Songaila no lo niega: “Es sobre todo un problema a nivel del sistema político”. La conducta de la política polaco-lituana ¿está pues en crisis con la realidad?
Cuando se hace política…
La política y la cotidianidad son dos mundos completamente diferentes, afirma Beata Lachowicz, estudiante de Documentación en la Universidad de Vilna. “Vilna es realmente una ciudad intercultural. Y cuanta más cultura, más se enriquece el hombre. Cuando me paseo por las calles, oigo más de una lengua. En Polonia echo de menos esta diversidad”. Karolis Šaduikis es el ex presidente de la Academia Polaco-Lituana, un proyecto que propone a los jóvenes polacos y lituanos conferencias temáticas preparadas por los camaradas del país vecino: “El nacionalismo en Lituania no tiene sentido, porque los pequeños estados tienen que permanecer abiertos si quieren perdurar. Por lo demás, casi formamos parte del mismo país con Polonia”.
“Este proyecto es sobre todo un ejercicio de comunicación intercultural”, explica Ieva Žilinskaitė, coordinadora de la Academia de este año. “Queremos renovar la imagen de Polonia, ver si los jóvenes polacos piensan como nosotros, si viven cómo nosotros”. A pesar de los recortes presupuestarios debidos a la crisis, los jóvenes de la Academia no han visto sus asignaciones disminuidas, ni del lado polonés ni del lituano.
¿Dónde está la controversia en todo esto? “Las polémicas, como los escritos en polonés, son fundamentales sobre todo para los políticos, porque es gracias a las agitaciones causadas por estas problemáticos que pueden aparecer en televisión”, considera Antanas Manstavičius, estudiante de Ciencias Políticas. “Conozco poloneses y lituanos, pero nunca había pensado en categorizarlos. No hago diferencias, para mí una persona es una persona”, dice Agnieszka, estudiante polonesa de segundo año. Entonces, ¿hay realmente un problema?
Y cómo acaba(rá) esto
“Y, sin embargo, el sentimiento nacionalista se ha acentuado con la crisis”, reconoceJózef Kwiatkowski, presidente de la Matrice Scolaire, una organización que supervisa las escuelas polacas en Lituania. “En tiempos difíciles, hay que encontrar una motivación para suplir al enemigo común. Hoy en día, en Europa hay la tendencia a inventar un hombre europeo, pero es difícil saber cómo acabará todo esto. No podemos saber qué sociedad emergerá de estos grupos nacionalistas que pululan actualmente por las calles”.
AUTOR Aleksandra Sygiel, TRADUCTOR Ònia Camprubí