Energía: escapando de la URSS
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De un 88% de energía nuclear en 1993, este país báltico ha pasado a utilizar solo un 26% en 2007. Entre ambas fechas, la entrada en la UE y un fuerte aumento de la dependencia energética de Rusia. Lituania cuenta con Europa para garantizar su seguridad energética pero, ¿cuál es la respuesta? ¿Nuclear, renovable o ambas?
En 1993, Lituania batió un récord mundial: el 88% de su energía provenía de centrales nucleares. Luego, con la entrada en la Unión Europea, se viviría una revolución energética, con la disminución de la cifra hasta un 26% en 2007. ¿La explicación? El acuerdo de accesión de Lituania a la UE contaba, entre otras condiciones, con el cierre de su potente central nuclear de Ignalina que, heredada de tiempos soviéticos, no cuenta con los últimos estándares de seguridad.
Este año se abre un nuevo periodo de cambio e incertidumbre para el país. La próxima clausura del último reactor atómico de Ignalina en activo provocará un aumento de la actual dependencia de Lituania respecto al gas y el petróleo, en su mayor parte rusos. Algo poco tranquilizador si tenemos en cuenta la historia de utilización política de los recursos naturales relacionada con el vecino del este. Hace tan solo tres años, el oleoducto que, desde Rusia, desemboca en la ciudad lituana de Klaipeda ya vio cortado el bombeo de crudo, oficialmente tras un incidente técnico menor. La auténtica causa del paro pudo ser, en realidad, la compra de una refinería lituana estratégica por parte de una compañía polaca, en detrimento de las ofertas rusas, según recogió el diario The Moscow Times.
Un mapa eléctrico casi soviético
En materia de energía, a Lituania le queda mucho por hacer. Como nos sugiere Bronius Rasimavičius, experto lituano del Foro Nacional de la Energía, en el mapa energético la Unión Soviética parece seguir existiendo. Una tupida red de conexiones eléctricas une Lituania con Letonia, Bielorrusia y, a través de estos Estados, con Rusia. Sin embargo, el entramado desaparece en dirección occidente.
Por ello, están en proyecto dos conexiones de gran envergadura con Suecia y Polonia para unir el país con la red eléctrica comunitaria y aumentar así la seguridad del suministro. Y para compensar el cierre de la central nuclear de Ignalina, se prevé también la construcción de una nueva planta atómica.
Sin embargo, ninguno de estos proyectos estará terminado antes de 2015, unos plazos que no permiten reducir la incertidumbre sobre la seguridad energética en los próximos años, que continuará muy vinculada a los suministros rusos.
¿Un monopolio al margen del interés público?
Una de las primeras declaraciones de Dalia Grybuskaitė, la nueva presidenta lituana, tras su victoria electoral fue sobre energía y, en concreto, sobre LEO LT, la empresa creada por el gobierno del país para acometer los proyectos de interconexión eléctrica y de la nueva central nuclear. Para Grybuskaitė, la creación de LEO LT es “el ejemplo más obvio de la conversión de Lituania en una oligarquía”, según recogió la prensa lituana.
Rasimavičius, que desde su entidad pretende promover el debate ciudadano sobre energía, va aún más lejos. Vehemente, nos asegura que LEO LT, una sociedad resultado de la unión de activos públicos y privados, es un “proyecto de corrupción a gran escala” que, además, estaría planeando financiar sus proyectos aumentando de forma importante la factura energética que pagan los ciudadanos.
También en clave crítica, una potente iniciativa ciudadana recorre Lituania durante estos días. Ya ha recogido más de 7.000 firmas pidiendo la disolución de LEO LT, entidad que consideran fue creada como “un regalo a la compañía privada NDX Energija”, con una “estructura corrupta” y alejada del interés común. Liutauras Ulevičius, miembro directivo de la Alianza Cívica -una entidad que vela por la calidad del sistema democrático-, nos explica que la creación de LEO LT se produjo con la elección de un socio privado “a dedo”, discriminando a otros competidores, lo que ha causado problemas a nivel constitucional y de cara a la recepción de fondos europeos.
Y LEO LT se defiende de las acusaciones. Durante una entrevista para Cafebabel concedida desde la sede de la compañía en Vilna, a orillas del río Neris, Antanas Malikėnas, Director General de Interlinks -la compañía de esta sociedad encargada de las nuevas interconexiones eléctricas- se escuda en el debate europeo sobre la liberalización energética. “¿Vale la pena tener muchas compañías en un país tan pequeño como Lituania?”, inquiere legitimando la existencia de la empresa. Respecto al supuesto aumento de precios temido por muchos ciudadanos, Malikėnas sí confiesa que los megaproyectos previstos se financiarán, en parte, con un aumento del coste de la electricidad, en torno al 15%.
Un previsible revival nuclear
Seguridad energética y cambio climático han vuelto a situar la cuestión nuclear en el terreno de juego. Además, tras los suecos y los eslovacos, los lituanos son los ciudadanos europeos que apoyan en mayor medida el uso de esta energía, según apunta el Eurobarómetro de junio de 2006.
Bronius Rasimavičius teme, sin embargo, que la construcción de una nueva central desincentive la inversión en energías renovables, que tendrían un gran potencial por delante. No opina lo mismo otra experta, Inga Konstantinavičiūtė, Especialista en Economía de las Energías Renovables del Instituto Lituano de Energía, que prevé una coexistencia obligada entre energía nuclear y renovable. Y es que, según Konstantinavičiūtė, Lituania no alcanzará el objetivo europeo de un 20% de estas energías limpias en 2020. Así, pese a que el país progresará del 8,7% actual hasta el 12-15%, la energía nuclear seguirá jugando, con una alta probabilidad, un papel protagonista para asegurar el suministro en el futuro. ¿Se encamina entonces Lituania, en sintonía con la actual deriva europea, hacia todo un revival atómico?
AUTOR Xavier Hervás Vigueras