En Vilnius también hay matones

En Vilnius también hay matones

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Vilnius está en expansión. No muy lejos del casco antiguo de la ciudad, en la orilla norte del río Neris, el nuevo perfil de la ciudad reluce al sol. Entre las fachadas de cristal de los rascacielos, la gente, de compras, bulle sobre las aceras blancas. A poca distancia hay una zona en construcción en la que los obreros, sobre los esqueletos polvorosos de los edificios, ensordecen con su ruido de máquinas de toda clase. Desde arriba, la mirada se dirige de las finas sombras de los gigantes edificios posmodernos hacia el norte, para posarse en un pueblecito situado en medio de la ciudad: Šnipiškės.

Alrededor de este área casi cuadrada la gente vive en bloques de fachadas e interiores renovados, trabajan en zonas comerciales de reciente creación y van al hipermercado a hacer sus compras. No ocurre así en Šnipiškės: en 120 hectáreas de terreno viven lituanos, rusos, gitanos y polacos en casas rurales de madera con jardín cruzadas por sinuosos caminos de cabras. En muchas casas no hay agua corriente y sus rústicos aseos hay que ir a buscarlos en el patio.

El más alto

Ahora bien, solar a solar, la ciudad va comiéndose al pueblo. Desde que la economía crece con porcentajes de dos cifras y los políticos locales adoptaran en 2001 un plan de desarrollo para Šnipiškės, las grúas no han cesado su actividad. La administración municipal dio el primer paso y se mudó en 2003 a un nuevo rascacielos de oficinas. A su lado, el mismo año, se terminó el Europa Center, de 33 pisos, con centro comercial, oficinas y viviendas: el edificio más alto de Vilnius.

Mientras esto sucede, se pronostica un nuevo boom inmobiliario. El obstáculo para los inversores y agencias inmobiliarias es que, tras la independencia de Lituania en 1991, las casas y los solares de Šnipiškės se restituyeron y privatizaron. La mayor parte del pueblo es de propiedad privada: Lituania es un Estado de derecho y no todos quieren irse.

“Aquí todo el mundo tiene miedo”

“Me han amenazado. Desde hace dos años, no para de llegar gente de esta constructora, a veces todos los días. Me dicen que me vaya de aquí o me despida de la vida.” Algis M., que no quiere divulgar su nombre completo, está visiblemente agobiado. Su mujer se negó desde la puerta de su casa a conversar con nosotros y, media hora después, nos llamó él por el móvil: “Aquí todo el mundo tiene miedo, pero yo no me quiero ir. En septiembre de 2005 le prendieron fuego a la verja de mi jardín, y un mes después a la casa. A los cinco minutos un vecino vio el fuego y no pasó nada. Hace un mes, el 16 de enero, hubo un incendio en la calle Šilutės. Como hacía mucho viento, la casa se quemó enseguida”.

No se ha detenido a nadie por los incendios, aunque han tenido repercusiones. El solar de Algis M., con sus dos casitas de alquiler, es uno de los últimos que quedan dentro de una enorme parcela en la parte noreste de Šnipiškės. La mayoría de sus habitantes vendieron sus casas, y ya se han demolido. Además de Algis M., hoy vive allí tan sólo un anciano de 91 años que ha cercado la puerta con alambre y protege su casa con dos perros guardianes. La tercera en este grupo de los obstinados es una familia que acaba de vender su casa. Ya se han presentado unos obreros dispuestos a poner una valla de más de dos metros alrededor de la vivienda.

Algminas Slavinskas, que trabaja en Šnipiškės como gestor en una inmobiliaria, no quiso expresar su opinión a cafebabel.com sobre los incendios y los planes de la empresa para el lugar. Según lo declarado por los transeúntes, parece que se va a construir un centro de negocios. En el capítulo 6 del Plan de Desarrollo Municipal también consta esta zona como área de uso comercial.

Ruinas carbonizadas sobre la nieve

Desde hace dos años, Šnipiškės no para de incendiarse, no solo la parte donde vive Algis M. Las ruinas carbonizadas sobresalen en la nieve, algunas cercadas y con vigilancia privada. Durante la última oleada de incendios, antes y después de finales de año, dos jóvenes de 15 y 16 años fueron detenidos por plantar fuego a dos casas ya vendidas y abandonadas. ¿Fue una audacia juvenil o un encargo de otros?

Rta Matonienė, Jefa del Departamento de Planificación de la Administración Local es la encargada del plan de desarrollo de Šnipiškės. Tiene su propia teoría para explicar los incidentes: “Los incendios de las casas no fueron provocados. En Šnipiškės también hay mucha gente sin hogar. Se meten en las casas vacías, prenden fuego, y así arde todo. Ya sabe usted lo que hace esa gente”.

Eglė Pelienė, Directora de la agencia inmobiliaria Šimtasvienas, con intereses en Šnipiškės, no quiere hacer declaraciones sobre los incendios. “Está muy nal amenazar a la gente para que se marche de su casa. Muy injusto”, es lo poco que logramos hacerle decir.

Una zona muy atractiva para la construcción 

Cada vez escasean más las oficinas prestigiosas en el casco antiguo de la ciudad para las empresas lituanas en expansión y también para la creciente inversión extranjera. Las oficinas y, con ello, los solares del “Nuevo Centro” que ha de construirse en Šnipiškės son muy codiciados. El barrio está situado a un kilómetro del casco antiguo, las obras no padecen limitaciones de altura ni por ser edificios históricos protegidos, y la comunicación con la ciudad es buena.

Šnipiškės

Šnipiškės

El “Nuevo Centro” debe estar terminado para 2009, cuando Vilnius sea capital de la cultura, si bien ni la propia Rta Matonienė se lo cree: “Las casas son de propiedad privada, y solo se puede avanzar casa por casa. Nadie sabe cuánto se tardará”.

Los habitantes de Šnipiškės, que no poseen mucho más que su casa, han aprendido mucho sobre la economía de mercado en los últimos años. “Algunos vendieron hace un par de años a precios muy bajos y ahora se enfadan”, dice Eglė Pelienė. “Otros venden hoy a precios buenísimos, sobre 860 euros el metro cuadrado”. Otros especulan con precios “demasiado altos”.

Por 860 euros: no 

Liubove Gardak

A este grupo bien podría pertenecer Liubove Gardak, cuya vivienda en propiedad se encuentra en la zona que linda con los rascacielos. Según ella: “Esperamos que venga algún inversor internacional y nos pague más que los lituanos. Por un buen precio me iría de aquí encantada”. No tiene miedo de los incendios, dice sonriente: “Mi hijo ha sido soldado y la vivienda está bien asegurada”. Una pareja lituano-rusa nos cuenta también en la calle que su solar da frente a una calle que será de las principales del barrio. Les gustaría cambiarse de casa: “Por un precio bueno y realista”, pero no por 860 euros al metro cuadrado.

¿Se reduce todo al dinero? Para Algis M., dos veces víctima de los incendios, en absoluto: “Mi familia lleva viviendo aquí trescientos años, una generación entera. Me encantan los pájaros y la tranquilidad de este lugar”. ¿Se ha acabado en Vilnius la época de esa vida rural? Va a crearse una especie de museo al aire libre con algunas casas de madera de gran valor histórico, nos cuenta Rta Matonienė, hablando de los planes para el nuevo Šnipiškės: “Una calle con cafés, restaurantes y pequeñas tiendas”. ¿Pueden quedarse en esas casas los habitantes del barrio? “Todavía no hemos pensado en eso. Tal vez sí, si quisieran abrir algún negocio”.

AUTOR Dennis Maschmann, TRADUCTOR Silvia Durán García

 

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